domingo, abril 16, 2006

No estás

No estás aquí conmigo, pero construyo los días como si todavía esperara la recompensa de tu brazo sobre mis hombros. Todo es lo mismo, menos el sabor rojo que se fue y nunca más hará temblar los árboles.
Hay cosas que se pierden, y eso produce tristeza. No me engañaré con el cuento de las cicatrices y que todo pasa, etcétera. Se pierde por ejemplo los gestos no domados de la mañana, cuando no hay caras sino ojos, cuando la ternura brutal gana durante un inmenso segundo a todos los relojes y todo me lo pudiste contar en una mirada.
Se deja de tener el temblor, la lucidez de mi mano en tus muslos, todos los dibujos, las yemas de los dedos dibujando, los dibujos de tus pequeños escalofríos.
Sobre todo se pierde la posibilidad de tenerte, la posibilidad de mirarte, la posibilidad de rozar con mis labios tu cabello.
No me engaño. Una sucesión de cosas que sé importantes se van contigo. Se enlazan, como un gris rompecabezas, como una ola que siempre se aleja. Y queda aquí la ausencia de la lluvia, la infinita amargura de los días sin apenas un dios, sin el sobresalto de tus ojos en las ramas.
Sigo notando los mundos cuando la noche se viste de mañana, y no dejaré de sentirlos. Esa parte de la locura me fue dada. Pero hay un descenso, una huída, una nostalgia que atrapa todos los tonos rojos. No estás.

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